Diplomático, comunicador y escritor. Fernando Schwartz vive en Mallorca desde hace más de 15 años. Echó raíces aquí cuando vio desde el mar la costa norte de la isla, después de haber recorrido el mundo gracias a su condición de diplomático. Acaba de publicar ‘Que vaya Meneses’, “una hilarante novela sobre los vericuetos de la política internacional y lo que están dispuestos a hacer sus protagonistas para medrar” según la sinopsis de planetadelibros.com.
De su último libro y de su admiración por la Isla, así como de lo que no deberían perderse de ella sus visitantes, hablamos en esta entrevista, en tono distendido y siempre con gran sentido del humor del que hace gala.
¿’Que vaya Meneses’ es una novela algo autobiográfica, o quizá emula una trama que a usted le hubiera gustado protagonizar?
Más bien lo segundo. Si fuera autobiográfico me habría divertido mucho más en mi vida. Es una cosa inventada, basada en la vida diplomática, que conozco muy bien, pero no tiene nada que ver conmigo, ni con las actividades de un diplomático español, la verdad sea dicha.
¿Qué encontrará el lector en esta novela?
Mucha ironía, más que carcajada, que a lo mejor hay alguna. Hay ironía, diversión, porque las cosas que propone esta novela y las que habría que hacer en la novela son un poco bufas. Son situaciones graciosas, sobre todo reflejadas en el manejo del lenguaje por parte del personaje, un lenguaje muy de todos nosotros, sus reflexiones. La situación sí que es una situación que se da con gran facilidad, pero los modos de resolverla son distintos de lo que propongo en la novela.
“Cuando mi mujer y yo vimos la costa Norte de la isla desde el mar pensamos ‘aquí es donde nos gustaría vivir’, y desde entonces aquí estamos”
¿No tan divertidos?
Ni matando a nadie, ni cosas por el estilo…
¿Dónde y cómo surgió la inspiración para este libro? Porque usted siempre escribe de lugares que conoce.
Siempre escribo de los lugares que conozco, solo. Porque si no, puedes confundirte. Este trozo concreto de África Central lo conozco por haber estado allí, y la situación que se produce en él también la conozco porque la hemos visto de cerca. Es un clásico. Corresponde a las élites de aquellos países, que son lo más corrompido del mundo mundial, y por eso están dispuestos a hacer toda clase de compraventas y tropelías.
Me atrevo a decir que el sentido del humor es una de sus señas de identidad, al menos eso puede extraerse de este libro, o de su época en Canal Plus, con Lo más Plus. ¿Echa de menos esa época? ¿Volvería a presentar un programa de televisión de ese estilo?
Echo de menos aquella tele, lo que nos divertíamos en aquella tele. Las cosas que hacíamos eran inteligentes, educadas y llenas de buen humor. Esa televisión ya no existe. A lo mejor alguna cosa queda, pero ha desaparecido víctima del griterío, la mala educación y de los jabones para la lavadora, que son los que pagan… Y eso es un poco lo que ha ocurrido. A mí me gustaría dar un salto atrás de 15 años, por todas las razones que usted puede imaginarse, y volver a hacer otra vez el programa, pero en la tele de hace 15 años, en la de ahora no.
¿Nunca le han propuesto una vuelta con algún formato similar?
No, nunca. Hubiera sido muy difícil que hubiera aceptado una propuesta cualquiera. Bueno, recuerdo –risas- que me propusieron colaborar con un programa en el que los protagonistas trabajaban en una granja, y tenían que ordeñar vacas, echar de comer a los cerdos, embarrarse y hacer cosas por el estilo. Mis carcajadas todavía se tienen que estar oyendo por algún lado.
Hablemos de la Isla. Después de recorrer el mundo, ¿qué le hizo decantarse por Mallorca?
Es muy sencillo. Cuando uno recorre el mundo sin parar, con parada y fonda de apenas cuatro o cinco años, no echa raíces. Si las hubiera tenido de niño o de joven, todavía, pero mi padre era también diplomático, con lo que me pasé la vida, la infancia y gran parte de mi adolescencia dando tumbos por el mundo. Cuando llego a la edad madura no tengo una raíz, un terruño. Descubrí Mallorca como una casualidad: la conocía entonces muy poco, y estábamos navegando con unos amigos, dándole la vuelta a la isla y de repente, mi mujer y yo mirando la costa norte pensamos ‘aquí es donde me gustaría vivir’. A partir de ahí decidimos venirnos y es aquí donde he encontrado mis raíces. Eché raíces. Es una decisión de la que no me arrepiento.
¿Cuánto tiempo llevan aquí?
15 años viviendo fijo. Viniendo los fines de semana -porque yo tenía el programa de televisión, o trabajaba para El País durante el resto- mucho tiempo más.
¿Cuál es su lugar favorito?
Creo que tanto desde el mar como desde dentro, el gran trozo que va desde la Foradada hasta la Cala San Vicente. También Cabo Formentor, lo que ocurre es que es peligroso y me he pegado más de un susto dándole la vuelta –más risas-. He pasado muchos años echando el ancla y mirando arriba, y nadando en el agua. Hubo un tiempo en que Deià me gustaba muchísimo y me sugería muchas cosas, pero ahora me da la impresión de que lo que más me gusta son los valles del interior del noreste de Mallorca. Claro, eso teniendo en cuenta que somos diferentes a como son los mallorquines, nosotros podemos ir de Palma a Pollença a comer, y no nos parece un drama. Mucho mallorquín dice ‘¡Dios mío, ¿cómo vamos a ir hasta Pollença?’. Quiero decir con esto que yo le tengo gran aprecio a la práctica totalidad de la isla.
También hay pueblos menos bonitos, ¿no cree? No todo es tan idílico…
Es verdad, pero yo no diré ningún nombre… Pero hay pueblos con mercadillos, lugares que tienen viejas iglesias, sitios que tienen una plaza grande en el pueblo donde se cena en mesas que nadie sabe que eran para eso, y luego se baila… Además de una cierta actividad cultural que es divertida siempre: teatro, cine, etc.
“Tanto desde el mar como desde dentro, una de mis partes favoritas de aquí es el gran trozo que va desde la Foradada hasta la Cala San Vicente”.
Somos una isla y no podemos obviar que uno de nuestros atractivos son el sol y la playa, pero ¿qué le recomendaría a un turista ver o visitar al margen de eso?
Bueno, no es fácil recomendar a un turista que viene con pocos días a tomar el sol recomendarle otra cosa que no sea eso…
Cierto, pero cada vez más tenemos turistas que vienen en todas las épocas del año. Cada vez parece que se está consiguiendo esa palabra ya tan manida como es la “desestacionalización”.
Pues a este turista que viene desestacionalizado, como usted dice, yo le recomendaría que se preparase el viaje antes de llegar. Que no se conformara con el turismo de visita de los lugares más emblemáticos de la isla. Todos van a ver la Catedral, a Valldemossa, a Deià, que se ha convertido en un escenario de teatro… Pero la isla esconde lugares tan bellos e iniciativas tan estupendas, que yo les diría que, por ejemplo se fijaran en la temporada en que hay conciertos de piano en Valldemossa, conciertos de toda clase de instrumentos y de orquestas en Pollença, que subieran al Vía Crucis de Pollença, que es uno de los lugares más bellos que hay; que buscaran restaurantes que ofrecen comida autóctona. Algunos hacen mucha gracia, porque están peleadas las dos hermanas que lo regentan, una cocina 15 días y otra otros 15, y si tienes suerte comes bien, pero si no, comes fatal (risas). También les diría que mirasen la vida artística, en Mallorca hay una vida artística muy seria, de exposiciones de arte, de noches de arte, de galerías y de museos que quizá la gente conoce menos, y está muy bien. Quizá somos responsables nosotros de no saber transmitir a la gente que nos visita la idea adecuada sobre qué planes proponerles.